¿Quién no ha sucumbido a las dulzuras y amargores de los amores imposibles? El ejemplar típico en esta categoría es el amor adolescente. Ese que se sentía por el maestro o la maestra de inglés. Un amor platónico que se conformaba con una mirada o una sonrisa. Que daba pie para soñar de más, pero que nunca se formulaba objetivos concretos. Incluso había cierto disfrute en la ensoñación de ese amor.
También están, por supuesto, esos amores imposibles que apuntan a un cantante, o a una actriz, o a alguien famoso en todo caso. Son esos afectos que se depositan en un alguien a quien uno ve, aunque esa persona no tenga idea de nuestra existencia. Se perciben como alguien familiar, pero en realidad están a años luz. Aun así, muchos adolescentes y hasta jóvenes o adultos lo han experimentado.
No pueden faltar los amores imposibles propiamente dichos. Esos que nacen y se encienden, pero están cercados por la mala fortuna, o por los obstáculos reales. Son afectos que se viven intensamente y que, de un modo u otro, nunca se van.
Hay varios tipos de amores imposibles
Los entendidos en el tema dicen que hay básicamente tres tipos de amores imposibles. Uno es el «amor fantasma», el otro el «amor narcisista» y finalmente está el «amor difícil». El primero corresponde a esos casos en donde te enamoras de alguien que no existe. Necesitas amar y le adjudicas a alguien unas características y virtudes que en realidad no tiene. Casi siempre ese alguien representa una manera de llenar carencias de infancia.
De otro lado están los amores imposibles de tipo narcisista. Su imposibilidad radica en que jamás lo encuentras. Piensas que mereces alguien tan perfecto, que te puedes pasar la vida entera buscándolo y no lo hallas. Es un amar al vacío, o querer una versión exaltada del ego propio. Cuando se aman este tipo de imposibles lo que hay es soledad. Nadie llega para hacer realidad la fantasía.
Finalmente están los amores imposibles por dificultad. Se trata de amores a los que les cuesta mucho trabajo concretarse. Hay circunstancias específicas que los hacen muy difíciles. Por ejemplo, esa persona tiene ya un compromiso. O se trata de alguien que, sencillamente, no logra enamorarse de ti. O, en otros casos, hay fuertes oposiciones religiosas o ideológicas que lo impiden.
A este último grupo también corresponden los casos de grandes amores que se vuelven imposibles por el fallecimiento de uno de los dos. Fallece la persona, pero no el amor que te une a ella. Al menos durante un tiempo quedas atrapado en la contradicción de amar a alguien que ya no existe. Si no hay otros problemas emocionales de por medio, son imposibles que se superan con el tiempo.
El encanto de los amores imposibles
Son los amores imposibles los que nos llevan a descubrir ese poeta que llevamos dentro. Los más pragmáticos nunca lo han experimentado, pero se han perdido de una experiencia infernal y maravillosa al mismo tiempo. Todos los amores requieren algo de imposibilidad para mantenerse, para conservar vivo el amor. Y cuando esa imposibilidad es absoluta, el alma atempera, pero también atempera la creatividad y el impulso a vivir y morir en un solo instante.
La imposibilidad en los amores se experimenta, más o menos, como una tragedia vital. Al menos esto es lo que se siente mientras se lucha por hacerlos realidad. Están llenos de tormento y te ubican en la paradoja de no poder dejarlos, pero tampoco poder lograrlos. Se sufren y se gozan a la vez. Son la dicha y el abismo al mismo tiempo.
Pese a todo, tienen un encanto único. Te ponen a prueba, desafían lo más profundo de ti. Y algo es seguro: nunca se olvidan. Nunca se recuerdan con indiferencia. Palidecen con el tiempo, se llenan de realidad, pero no dejan de ser una chispa que te hace saltar el corazón alguna vez.
Solo en algunas ocasiones los amores imposibles llegan a convertirse en un lastre. Sucede cuando no logras renunciar a la fantasía y te aferras a ella ciegamente. Cuando no logras dar paso a la frustración que implica aceptar que sí, que definitivamente no pudo ser. En esos casos ocasionan un terrible dolor y hasta pueden llegar a enfermorte. Pero, para aprender amar de verdad, los amores imposibles constituyen, sin duda alguna, una excelente escuela.