Glaucoma: La disfunción ocular como camino

¡Respira! Una de las causas de la glaucoma podría ser la falta de respiración, ya que las personas con ojos tensos suelen retener el aire mientras usan la vista.

Al principio es difícil tomar conciencia de este tema, ya que excepto cuando realizamos algún tipo de ejercicio específico (yoga, relajación, deporte en general…), la mayoría del tiempo respiramos lo estrictamente indispensable para sobrevivir. Estamos privando a nuestro organismo de todo el oxígeno que requiere para funcionar correctamente.

En este preciso instante, ¿como respiras? ¿Se mueve tu tórax?

Un truco para empezar a evitar este defecto es obligarnos a respirar profundamente en los momentos en los que tenemos la mirada fija e inmóvil. Por ejemplo, si estamos leyendo, podemos hacerlo un rato en voz alta. O en otras situaciones podemos tararear una canción.

También será de gran ayuda estirarnos unos minutos al día y colocar las manos sobre las costillas. Si al empezar a respirar profundamente vemos que tenemos que forzar (en general estamos contracturados por todo tipo de tensiones y también por la falta de movimiento natural de respiración) podemos agarrar la masa muscular como si hiciéramos grandes pellizcos e intentar movilizarla y separarla de las costillas. Antes y después dejaremos las manos encima para ayudar a relajar la zona.

La disfunción ocular como camino

(…) Los lentes son una prótesis y, por lo tanto, un engaño. Con ellos se rectifica artificialmente el destino y uno hace como si todo estuviera en orden. Este engaño se intensifica con las lentes de contacto, porque en este caso se pretende disimular incluso que uno no ve claro. Imaginemos que de la noche a la mañana se le quitan a la gente sus gafas y lentes de contacto. ¿Qué ocurriría?

Pues que aumentaría la sinceridad. Entonces enseguida sabríamos cómo cada cual ve lo mismo y se ve a sí mismo y —lo que es más importante— los afectados asumirían su incapacidad para ver las cosas tal como son. Una incapacidad sólo es útil al que la vive. Entonces más de uno se daría cuenta de lo «poco clara» que es su imagen del mundo, cuán «borroso» lo ve y cuán pequeña es su perspectiva. Quizás entonces a más de uno se le cayera la venda de los ojos y empezara a ver claro.

Ejercicio práctico

Quien tenga problemas visuales lo primero que debería hacer es prescindir durante un día de las gafas (o lentes de contacto) y asumir la situación conscientemente. A continuación, hacer por escrito una descripción de la forma en que durante ese día vieron y experimentaron el mundo, lo que pudieron hacer y lo que no, cómo se las ingeniaron. Este informe debería darles material de reflexión y revelarles su actitud hacia el mundo y hacia sí mismos. Pero ante todo debería uno responderse las siguientes preguntas:
¿Qué es lo que no quiero ver?

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¿Obstaculiza la subjetividad el conocimiento de mi mismo?

¿Evito reconocerme a mí mismo en mis obras?

¿Utilizo la vista para regenerar mi perspectiva?

¿Tengo miedo de ver las cosas con nitidez?

¿Puedo ver las cosas tal como son?

¿A qué aspecto de mi personalidad cierro los ojos?

La disfunción ocular como camino

«La miopía denota una subjetividad exagerada. El miope lo ve todo desde su óptica y se siente personalmente afectado por cualquier tema. Hay gente que no ve más allá de sus narices, pero no por alargar menos esta limitada visión les permite conocerse recomendable a sí mismos. Ahí radica el problema, porque el individuo debería aplicarse a sí mismo aquello que ve, para aprender a verse. Pero el proceso toma el signo contrario cuando la persona se queda encallada en la subjetividad. Esto, en definitiva, quiere decir que, si bien el individuo lo relaciona todo consigo mismo, se niega a verse y reconocerse a sí mismo en todo. Entonces la subjetividad desemboca en una susceptibilidad irritable u otras reacciones defensivas sin que la proyección llegue a resolverse.

La miopía compensa esta mala interpretación. Obliga al individuo a mirar de cerca su propio entorno. Acerca el enfoque a los ojos, a la punta de la nariz. Por lo tanto, la miopía denota, en el plano corporal, una gran subjetividad y, al mismo tiempo, desconocimiento de sí mismo. El conocimiento de nosotros mismos nos hace salir de la subjetividad. Cuando una persona no ve claro, la pregunta clave será: «¿Qué es lo que no quiere ver?» La respuesta siempre es la misma: «A sí mismo».

La conjuntivitis, como todas las inflamaciones, denota conflicto. Produce un dolor que sólo se calma cuando uno cierra los ojos. Así cerramos los ojos ante un conflicto que no queremos afrontar.

Estrabismo: Para poder ver algo en toda su dimensión, requieremos dos imágenes. ¿Quién no reconoce en esta frase la ley de la polaridad? Nosotros, para captar la unidad completa, requieremos siempre dos visiones. Pero si los ejes visuales no están bien alineados, los ojos se desvían, el individuo bizquea, porque en la retina de uno y otro ojo se forman dos imágenes no coincidentes (visión doble). Pero, antes que presentarnos dos imágenes divergentes, el cerebro opta por prescindir de una de ellas (la del ojo desviado). En realidad, entonces se ve con un solo ojo, ya que la imagen del otro ojo no nos es transmitida. Todo se ve plano, sin relieve.

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Algo parecido ocurre con la polaridad. El ser humano debería poder ver los dos polos como una sola imagen (por ejemplo, onda y corpúsculo, libertad y autoritarismo, bien y mal). Si no lo consigue, si la visión se desdobla, él elimina una de las imágenes (la reprime) y, en lugar de visión completa, tiene visión de tuerto. En realidad, el bizco es tuerto, ya que la imagen del ojo desviado es desechada por el cerebro, lo cual provoca pérdida de relieve de la imagen y da una visión unilateral del mundo.

Cataratas: La «catarata gris» empaña el cristalino y, por lo tanto, enturbia la visión. No se ve con nitidez. Las cosas que se ven con nitidez poseen un perfil afilado, es decir, son cortantes. Pero, si se difumina el contorno, el mundo se hace más romo, menos hiriente. La visión borrosa proporciona un tranquilizador distanciamiento del entorno, y de uno mismo. La «catarata gris» es como una persiana que se baja para no tener que ver lo que uno no quiere ver. La catarata gris es como un velo que puede llegar a cegar.

En la «catarata verde» (glaucoma), el aumento de la presión interna del ojo provoca una progresiva contracción del campo visual, hasta llegar a la visión tubular. Se pierde la visión de conjunto: sólo se percibe la zona que se enfoca. Detrás de esta afección se halla la presión psíquica de las lágrimas no vertidas (presión interna del ojo).»

Cataplasma de arcilla para ojos congestionados

Lo podremos hacer siempre que queramos aliviar la congestión ocular causada por:

– Un esfuerzo
– Un golpe
– Un problema circulatorio.
– Síntomas del glaucoma

¿Cómo se prepara?

Hay que mezclar cuatro cucharadas de arcilla roja con agua mineral o la infusión fría preparada con alguna planta de las que hemos comentado en otros posts (manzanilla, eufrasia, caléndula, etc). Se hace dos «tortitas» lo suficientemente consistentes como para que las podamos aplicar sobre los ojos con los párpados cerrados.

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Si dudamos de su consistencia la podemos envolver en una gasa.

De las hojas del ginkgo biloba se obtiene un extracto que posee flavonoides, que al ingerirse aumentan la circulación sanguínea central y periférica. De modo que, al activar el flujo sanguíneo y la microcirculación en la cabeza, resultan beneficiadas la función cerebral y la vista.

Propiedades para la vista: sobre todo en afecciones relacionadas con problemas vasculares. En casos de glaucoma y retinopatía diabética, aumenta la agudeza y el campo visual. Se recomienda también para casos de vista cansada y fatiga ocular.

Propuesta: Tomar tres infusiones al día de ginkgo biloba durante tres meses.

Se recomienda el consejo de un naturópata, sobre todo en caso de optar por comprimidos o concentrados o bien si se está tomando alguna medicación.

Además de ser muy eficaz en casos de irritación ocular, esta recomendable también influirá en problemas respiratorios, dolores de cabeza y asma.

Psicosomática del glaucoma

«Groddeck (1983) consideraba de origen emocional la miopía, la presbiopía, la hemorragia retinal y los cambios orgánicos en el ojo. Sami-Ali (1974), con relación al glaucoma y las cefalalgias, cita a French y Alexander, quienes subrayaron la relación entre ataques de glaucoma y acontecimientos emocionales específicos.

En los pacientes, estos estados emocionales se convierten en estados afectivos crónicos que los llevan a enfrentamientos, la tensión ocular aumenta al incrementarse la tensión, y las imágenes visuales prevalecen al evocar situaciones traumáticas. También cita a Ziwar, que en 1948 publica el primer informe de psicoanálisis de un doliente de glaucoma: “[hay] una tensión borrosa, ni suficientemente reprimida ni aprisionada en un sistema neurótico bien elaborado” (p. 158).

Detalla tres fuentes de la tensión: la relacionada con la rivalidad edípica, la frustración de la importancia de ser alimentado y la defensa contra la pasividad (Sami-Ali, 1974). Un trabajo sobre glaucoma de Fain (1957) ubica a la visión como una función motriz primaria en la que los ojos expresan lo más primitivo; la función contemplativa del ojo se desarrolla a partir de la inhibición motriz, por lo cual el glaucoma implica el fracaso del bloqueo.»

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