«Morganita» es el término con el que se ha venido denominando a una de las variedades del Berilo, un mineral compuesto principalmente por silicatos de aluminio y de berilio. Cuando estos componentes incorporan en su composición al manganeso, y en el caso de la Morganita muy especialmente el de un componente raro en la naturaleza: el Cesio, el color del Berilo se torna del bello color rosáceo que caracteriza a esta tierna gema. Por pertenecer al igual que la Esmeralda a esta gran familia de Berilos, a la Morganita se la conoce también por el nombre de «Esmeralda Rosa».

Dicen que las primeras Bolas de Cristal que se fabricaron fueron hechas de Berilo y que los Druidas conocían y empleaban ampliamente esta composición mineral en sus quehaceres.

Del mismo modo pero en un sentido diferente, era también conocida por el pueblo Egipcio, donde la Morganita era conocida como «la piedra del Amor Sagrado» siendo de estas dos líneas de acción de donde se deriva el estudio de sus principales cualidades o propiedades. De la primera se deduce su relación con lo invisible, pues la Morganita parece haber acompañado al hombre a lo largo de siglos y siglos a través de la línea de los «especularis» (los primeros videntes que empleaban Bolas de Cristal para desarrollar su videncia) y es todavía hoy día empleada para el fin de potenciar la videncia.

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Debido a ello nos ayuda a desarrollar nuestras facultades psíquicas o de la conciencia superior.

Esta función la realiza principalmente a través de la activación de uno de los centros energéticos más importantes del cuerpo humano: el chakra del Corazón, relacionado con la segunda línea a la que hacíamos referencia.

A nivel físico la Morganita se dice que actúa sobre el sistema nervioso apaciguándolo.

Debido a ésto se encuentra indicado su uso en casos en los que exista una apariencia de: asma, tos nerviosa, bronquitis espasmódica, espasmos musculares, estrés, tics nerviosos, insomnio de orígen nervioso, etc.

Junto con lo indicado, y al ejercer una influencia positiva sobre el Chakra del Corazón, la Morganita regula el ritmo respiratorio favoreciendo una recomendable oxigenación de nuestras células.

Además de lo anterior, esta piedra ha probado actuar eficientemente en casos de: tuberculosis, enfisema, vértigo, impotencia, presión arterial, trastornos sanguíneos y todo tipo de desarreglos generalizados de los órganos relacionados con el vórtice energético sobre el que actúa – sistemas pulmonar y coronario.

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La amalgama de las cualidades del Berilo junto con las de la cromática rosa reunidas en esta gema le permiten ayudarnos a hacer balance de qué es necesario a nivel emocional y sentimental en nuestra vida y qué representa un lastre que ya no requieremos llevar.

Por ejemplo, nos lleva de la mano al oculto lugar donde en tiempos pasados o presentes ocultamos y maniatamos algunos de nuestros sentimientos y emociones más profundas ahogando su libre expresión para hacernos ver que el temor que nos obliga a mantenerlos recluídos tras una invencible armadura no es más que una ilusión.

En otras ocasiones nos muestra de forma amorosa qué es lo que realmente requiere nuestra alma para encontrarse a gusto en el presente y nos imprime la fuerza, el coraje y la decisión necesarios para dar un paso adelante y decir sí a la vida, sí a una nueva experiencia que nos permita ser más nosotros mismos y expresarnos libremente desde el corazón, desde el núcleo y el centro de nuestro ser.

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Esta acción de reestructuración lleva aparejada una reducción de los índices de estrés y de ansiedad que caracterizan al hombre y a la mujer actuales anulando o minorizando los efectos secundarios que esta continuada tensión producen en nosotros.

La Morganita es una de las gemas que se suelen emplear para romper o eliminar bloqueos impuestos de forma insconsciente por el paciente a la terapia, como por ejemplo un acusado patrón de victimismo o una negación a ver que quizás esté en nosotros la causa de nuestros males, y no en aquellos que nos rodean.

Es por ello que la Morganita es usada también en casos en los que el egoísmo o la ceguera espiritual nos estén privando de la obtención de un estado basado en la bienestar y en la paz y el sosiego de la propia conciencia.