Muchas veces podría ser tu jefe, o tu marido, o tu pareja… o un padre cascarrabias y gruñón.

Bueno da igual, la cuestion es que si le bailas el agua te acaba amargando el día, o la semana, o el mes… tu sabrás hasta dónde estás dispuesta a aguantar, pero el dia que te canses puedes usar este hechizo de obediencia para que se mantenga a raya y deje de molestarte.

Es siempre condición indispensable que lo haga una mujer para que obedezca el hombre.

No es cuestión de convertirlo en tu sirviente, solo es para que se le endulce un poco ese carácter agrio y se porte bien contigo, como una verdadera persona humana.

En definitiva, que caiga rendido a tus pies y no te moleste más con su mal carácter.

Pasemos a las instrucciones del ritual:

Necesitas:

Alguna pertenencia de la persona a hechizar.
Una cuchara de plata

Pañuelo de papel.
Aceite de canela o sándalo.
Una pertenencia tuya.

Hechizo:

Si tienes un patio trasero en casa, hazlo mejor allí, que sea cielo abierto.

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Enfócate en la dirección en la que vive el hechizado.

Siéntate en una silla y piensa en él.

Luego hazte una imagen del hombre volviéndose obediente, dejando sus conductas amargadoras y sintiéndose dominado por ti.

Haz un hoyo en el suelo con la cuchara, que tenga al menos 3 centímetros de hondo.

Guarda los objetos personales tuyos y suyos en el papel y continúa visualizando que se ablanda y deja dominar por ti.

Repite para ti su nombre y las palabras:

“me obedeces”, “Haces lo que te mando”.

Pon el papel dentro del hoyo. Tapa el hoyo y ponte encima de él a espaldas de la dirección de tu hechizado.

Piensa que esa persona se encuentra detrás de ti, y de nuevo repite las palabras anteriores.

“me obedeces”, “Haces lo que te mando”.

Trata de que tus huellas se queden en el sitio y luego deja caer un poco de aceite en las huellas. Echas gotas en cantidad impares. 3, 7, 9, pero nunca cinco.

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Repite su nombre y luego pronuncia alto:

“¿te queda claro?’” “¡Tú serás mío ahora!” “¡Ven y haz lo que te ordene!”

Ten en cuenta, que ahora tú eres la que tienes el mando. Piensa en ti como su dueña.

Acaba diciendo:

“Yo tengo tu dominio, yo lo tengo…”

Aquí acaba este ritual de dominio casero, seguramente consigas dominar al hombre y dejara de amargarte la vida.